La caja de las lecturas olvidadas

Algunas de las obras que más cariño le tengo son los pequeños relatos que no llegaron demasiado lejos en los concursos donde participaron, pero no quisiera que quedaran flotando a la deriva en el mar, las recogeré en esta red para que todo el que quiera pueda leerlas.

SOBERBIA (Relato Ganador del I Concurso Los 7 Pecados Capitales)

SOBERBIA

Diga usted lo que quiera y hágalo en la forma que le plazca, atiple la voz o aclare la garganta, señale con el dedo o agite el puño en señal de amenaza que, por mucho que se empeñe en juzgarme de forma lamentable, por mucho que desee que el relato que ahora lee acabe en el olvido de los peores textos que jamás se han escrito, por mucho que se empeñe Señor Juez, este es el relato breve más sorprendente y atrevido que nunca ha visto.

O acaso, ¿no se ha visto sorprendido por lo directo del lenguaje, el ritmo intrépido en mi estilo y la variedad de este trabajo? Seguro estoy de que ha visto, con sorpresa, que se confunde en mí el tema con el texto, que se aúnan ante él contradictorios sentimientos que vacilan entre el desprecio y el reconocimiento y, al final, resulta atractiva mi lectura y patética la petulancia del autor. Eso es cierto, mas no se olvide que fue suya la idea de mentar a los pecados capitales y, entre ellos, me encuentro yo.

¡Llámelo como quiera!, que en mi osadía siempre han dicho que última muero yo tras la muerte del propietario.

 

IRIA (homenaje a Camilo José Cela)

Yo, señor, no soy malo pues nací entre las lluvias y los vientos de un invierno rodeado del verde de una tierra construida con la paciencia que da la lluvia. Crecí en una casa sombría amamantado por una institutriz alemana. De las gotas de melancolía que ofrece la naturaleza, señor, y de la recia educación recibida surgió este gesto autoritario que hoy aprecia. Si añadimos que me entregó un cuerpo generoso y una cabeza bien armada, ¿qué quiere que le diga?, tomé el papel que ella me dio: adusto en las formas y paciente en el alma. Yo, señor, soy un hombre hecho a las características que me dio el Divino Hacedor.

Añadamos que los tiempos muertos fueron muchos y que esos vientos quisieron someter a un niño fuerte al hacinamiento en una casona donde su ulular violento hacía golpear las ventanas en el silencio de la tarde entre el crepitar lastimero de la lluvia y un sonido de gaita que nacía de la misma piedra. Fui de andanzas libertarias para evitar a la cerril institutriz que me confinaba a aquel rigor. Entre vientos, huía a las fiestas populares en busca de otras enaguas cuando la adolescencia me gritaba: ¡escapa!

Señor, el deseo de libertad también me llevó a leer libros prohibidos entre las bambalinas de la casa, lugares donde nunca alcanzaba la mirada de mis padres. Allí es donde aprendí a ser contador de historias, forjador de personajes y arquitecto de novelas que me dieron el renombre por el que quedé para la historia.

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Vicente Boado Quijano vbq2012@gmail.com