La Historia del Frailecillo del Monasterio de Buendía comienza de la siguiente forma:
Rodeado por bosques de castaños por el norte y el este; haciendo frente al mar Atlántico por el sur y el oeste, encontramos un hermoso monasterio donde decenas de frailes se dedican a la vida contemplativa. Rezan desde la madrugada hasta la noche y trabajan entre medias. Son muy disciplinados y ardorosos defensores de una fe milenaria.
Una mañana, en la que el viento soplaba desde la mar con mucha fuerza, cuando el invierno avisaba de su llegada, golpeó en la empalizada del monasterio un precioso frailecillo joven y regordete con cara asustada y el espíritu dañado por el esfuerzo de haber combatido en lucha desigual con el viento huracanado, la tempestad y las olas grises del océano. Confundido, había buscado refugio en la costa y, dentro de la costa, entre las eternas murallas del Monasterio de Buendía.
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